Todas las personas en la vida buscamos relacionarnos con seres sinceros. Difícil búsqueda para los tiempos que corren, pero no imposible. La sinceridad es el bien más preciado para algunos o algo con poca importancia para otros.
En algunos casos ser demasiado sinceros nos aleja de aquellas personas que no resisten la crítica. Saber escuchar lo bueno y lo malo que opinan de nosotros y de nuestro proceder, no es para todos algo grato. Escuchar nos sirve para modificar un error o continuar haciendo las cosas como lo hacíamos, bien o mal, a nuestro modo. Sabiendo que quizás la otra persona tenga alguna objeción para hacernos.
Todos pedimos sinceridad para sentirnos seguros, pedimos que nos digan si hacemos algo mal, que nos digan si nos quieren, si les sirve nuestro trabajo, si somos buenas personas.
Pero cuantos de nosotros resistimos una crítica cuando esta es negativa. Y cuando definitivamente tiene razón de ser.
Si nos ponemos un vestido nuevo queremos que nos digan que estamos bellas, pero si alguien nos dice que no es el indicado para nosotras la situación puede desencadenar en la posibilidad de reveer un cambio de vestuario, la indiferencia frente a la opinión del otro o en el peor de los casos, la pelea, por mal interpretar la opinión agena.
Buscamos que nos sean sinceros y cuando lo son, pensamos que esa sinceridad viene acompañada de un sentimiento de envidia hacia nosotros. Y terminamos desconfiando de lo que quizás fue un acto sincero.
La desconfianza y la sinceridad se cruzan al momento de relacionarse.